El apocalipsis del artista venezolano de instalaciones Jacobo Borges en Europa, Peter B. Schuman.

Peter B. Schumann fue un crítico de arte alemán, conocido por su análisis profundo del arte conceptual y minimalista. Schumann fue editor de importantes publicaciones artísticas y contribuyó significativamente a la comprensión teórica del arte contemporáneo.

Las artes plásticas suelen tener dificultades en Salzburgo, una ciudad musical, sobre todo si no se remontan a los últimos siglos y pertenecen a la modernidad. Esta situación ha mejorado un poco desde que Wieland Schmied creó la Academia de Verano para las Artes Plásticas, abriendo una sede tradicional del arte antiguo, la Residenzgalerie a formas de expresión contemporáneas. Por segunda vez ha hecho posible la visión de la obra de Jacobo Borges, uno de los grandes artistas de Latinoamérica.

 

Esto no tiene que ver tanto con el hecho de que Borges es uno de los profesores más apreciados en la Academia de Verano de Schmied, como con la convicción de este último de que el interés en el arte latinoaméricano entre nosotros tiene que ser urgentemente desarrollado. Defiende esta opinión con la convicción de quien, siendo uno de los pocos expertos por estos lares, conoce directamente el escenario artístico del suo continente y le gusta de los latinoamericanos “que reflexionen sobre las cuestiones de la existencia humana, en mucha mayor medida de lo que se hace en Europa o en Estados Unidos”.

Jacobo Borges es uno de los defensores más firmes de este arte. El enfrentamiento con deformaciones sociales cobra reflejo muy pronto en la obra de este venezolano que próximamente cumplirá 65 años, desde el mismo momento en que dio fin a los primeros experimentos formales para encontrar su propio estilo, al menos su enfoque estético. Corren los primeros años sesenta, y Venezuela es un país inestable, que intenta transformar un fuerte movimiento de izquierda en un sistema revolucionario. rio. Borges se compromete, al igual que más tarde interviene en todas las transformaciones políticas posteriores, estando hoy a la cabeza de un movimiento ciudadano que quiere reformar el corrompido sistema de la justicia

Como base de operaciones ha elegido un museo, construido el año pasado en Catia, el barrio de Caracas donde Borges nació, y que recibió el nombre de su ciudadano más importante. Pero en Catia nadie quiere seguir viviendo realmente, porque en medio del barrio está la cárcel seguramente más horrible de Venezuela: una prisión preventiva para 700 personas, en las que se hacinan más de 3.000 en condiciones indescriptibles, simples delincuentes que llevan esperando años sus procesos, junto a chipinales  inveterados, un infierno jalostado de revueltas de presos, que ha ocupado los titulares de la prensa internacional y que ha terminado infectando a todo su entorno. Jacobo Borges ha volcado todo su prestigio para sanear definitivamente este baluarte del horror y para cambiar de raíz la causa de la miseria la justicia.

La violencia de la que fue testigo cuando se ocupó del Retén de Catia fue uno de los impulsos para su obra más reciente: El cielo se inclinó, su visión de la catástrofe mundial que puede arrollarnos, no porque los dioses vuelvan la espalda una vez más a los hombres, como lo relatan las viejas escrituras, sino porque los hombres hacen todo lo posible por destruir esta tierra.

El impulso externo le llegó de cinco cuadros del pintor de la corte de Salzburgo Kaspar Memberger, que descubrió el año pasado en los fondos de la Residenzgalerie: escenas del Diluvio fechadas en 1588. El enfrentamiento con la tradición, sobre todo con la europea, no es nada insólito en Latinoamérica. Es uno de los rasgos esenciales de su cultura, algo que en nuestro mundo ignorante de la historia es a menudo malentendido como ecléctico. Borges, sin embargo, tuvo ante estos cuadros medievales "espontáneamente la sensación de estar ante un proyecto vital, la cuestión del destino de la humanidad: ¿A dónde nos lleva esto que estamos cometiendo? ¿Dónde va a parar este mundo este planeta cuyo control se nos está yendo de las manos?"

No oculta su punto de partida, sino que cuelga conscientemente las cinco pinturas en la entrada a la exposición, cual referencia para el espectador, cual reverencia ante la historia. Al final de su obra, desplegada en ocho salas, vuelve a remitirse, en el recuadro gigantesco del ciclo de Memberger, a la tradición de la representación, en la que se ve inmerso, confrontas antigua con la suya actual Member Gesell Diluvio desde una perspectiva bíblica como un único castigo de Dios, como eliminación del depravado género humano y como el intento renovado con los pocos elegidos para el Arca de Noé, tal y como lo describe el Génesis. Borges consulta fuentes en parte más antiguas: el mito sumérico de Atra Hasis, la epopeya babilónica de Gilgamesh, mitos sobre el diluvio de latinoamérica.

Los indios tamanaco, porque la catástrofe mundial es un acontecimiento que se repite cíclicamente, que nos amenaza hoy. Estas representaciones constituyen la base literaria y espiritual de esta exposición. En el catálogo, algunos extractos son atribuidos temáticamente a las diferentes salas. Algunos fragmentos se encuentran en las lenguas originales imprimidos sobre pesados paños de tela con los que Jacobo Borges ha revestido las paredes de las salas.

Son de color arena, parcialmente cubiertos de aceite, que se puede tambien oler, captar sensualmente: petróleo, la riqueza de Venezue..., cuya explotación ha arruir do el paisaje. La destrucción del ambiente es otro tema que aborda Borges en su viviolación de ley la naturaleza, en su paseo por un mundo de destrucción sin salida. Un mundo cubierto de los restos que deja atrás un diluvio: un gigantesco torso femenino negro como último reflejo de la cultura y de la vida (muerta), un bosque de plantas agostadas, que cuelgan cual lianas del techo, varias filas de pequeños fragmentos de muñecas en todos los colores de la humanidad, un campo de batalla meticulosamente ordenado, y una y otra vez trozos de cadáveres, restos podridos de cuerpos que asoman bajo los lienzos de la muerte o que en ocasiones se exponen como señal, residuos humanos de las fosas comunes, tan horriblemente familiares a través de las pantallas de la televisión.

Aparecen renglones de texto, recorren lienzos y el suelo, apenas ofrecen relaciones de contenido, sirven como signos enigmáticos de la memoria. A excepción de una cita que se repite: "Pero en ti está el camino irreversible". Pertenece a una canción viejísima de los náhuatl, de los aztecas, y aparece como contrapunto ideológico en este mundo de muertos, se une en la última sala con la multitud de cabezas de muñecas pálidas, el síntoma de una primera vida nueva

Aquí queda de relieve una diferencia entre el arte de Latinoamérica y -digamos- el de Centroeuropa. Nuestras artes plásticas, suponiendo que aborden hoy estos temas, como lo hace, por ejemplo, Anselm Kiefer, tienen un enfoque más bien pesimista. Este mismo pesimismo es el que transmiten las inmensas instalaciones de Jacobo Borges. Pero el artista latinoamericano va más allá como resultado de su enfrentamiento personal con la tradición, con la historia del pensamiento y de la cultura. Pese a todo, confía en el hombre.

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Las anécdotas de Jacobo Borges son inagotables, Orlando Viera Blanco, 2019.