El arte, un vuelo interminable sobre el abismo, Wieland Schmied, 1995.

Wieland Schmied fue un influyente crítico de arte y curador alemán, nacido el 10 de marzo de 1929 y fallecido el 22 de junio de 2014. Reconocido por su profundo conocimiento del arte moderno y contemporáneo, Schmied fue director de la Documenta de Kassel y curador en el Museo Städel de Frankfurt. Su obra escrita abarcó desde monografías sobre artistas como Max Ernst y Georg Baselitz hasta ensayos críticos que exploraron la evolución del arte europeo en el siglo XX. Schmied dejó un legado significativo en la historia del arte, influyendo en generaciones de artistas y teóricos con su perspicacia y erudición.

Conocí a Jacobo Borges en 1986, en Berlín. Yo no era del todo inocente respecto a su invitación en esa ciudad. Peter B. Schumann, el crítico de cine, un hombre que en Latinoamérica se encuentra casi tan en casa como en Berlín, me había llamado la atención sobre los cuadros de Borges y me había traído un paquete de catálogos. Me quedé impresionado. Se trataba de un artista que, claramente, había desarrollado un lenguaje propio que -con toda su singularidad vital- también tenía que ser comprendido en Berlín. Así que me resultó relativamente fácil convencer al jurado berlinés del Programa de Artistas del DAAD que se pronunciaba sobre las invitaciones a Berlín- de la calidad de la pintura de Borges y de la necesidad de tener al artista en Berlín durante algún tiempo.

Borges pasó gran parte de los años 1986/87 en Berlín (cuando no estaba de viaje: Nueva York, Ciudad de México, Caracas, Bogotá...); encontró amigos, recibió estímulos, expuso en 1987 en la Galería Nacional y a partir de 1989 con regularidad en la Galería Eva Poll. Por desgracia nos vimos poco en Berlín, ya que 1986 fue el año de mi marcha de esa ciudad y del traslado a Munich.

En 1988 volví a ver a Jacobo Borges y a su mujer, Diana Carvallo, en la Bienal de Venecia. El pabellón venezolano, en el que Borges había se había presentado por vez primera justo tres décadas antes en el marco de una exposición colectiva, estaba dedicado por entero a su arte.

La impresión fue arrolladora. Se trataba de un pintor contemporáneo que quebrantaba nuestra imagen de la realidad, arremolinaba sus fragmentos y los mezclaba con elementos de su fantasía (iy qué fantasía!); el acto de pintar se convierte para él en el acto de un drama en el que él mismo se halla inmerso y al que se entrega por completo, de igual modo que él mismo es parte de sus cuadros y a menudo revela en ellos lo más intimo, claro que no siempre de un modo fácil de reconocer, sino cifrado, disfrazado, enmascarado en sus figuras, ataviado con el ropaje de colores intensos, reflejado de forma múltiple en el espacio simultáneo de las pinturas.

Con todo, los cuadros de Jacobo Borges se han hecho cada vez más complejos, más diversos, más egregios. Esa fue mi impresión en 1988 en el Pabellón venezolano de la Bienal, como había sido antes mi impresión en la Galería de Berlín y más tarde en la Galería Eva Poll. Cada vez que uno creía haber reconocido la fórmula de esos cuadros, haber adivinado su "receta", haber comprendido su mezcla, Jacobo Borges nos sorprendía con una nueva serie de cuadros, echaba abajo todas las consideraciones, revolvía todas las fórmulas y recetas muchas veces con sólo un ligero cambio de acentuación, se hacía más

cinematográfico, más dramático, más expresivo, más realista, más visionario, más cromático, más disciplinado, más salvaje... y no cesaba de dejarnos sin aliento.

¿Cómo prosigue la trayectoria de Borges y su arte? Cada anuncio de una nueva exposición de sus trabajos llena a sus amigos de expectación, como también me pasa a mí durante estas semanas, en las que se está preparando su exposición en las salas de la casa de Trakl en

rgo. ¿Qué presentará esta vez? En el verano de 1994 nos dio la alegría de aceptar la invitación para impartir un curso de cinco semanas en la Academia Internacional de Verano de Artes Plásticas de Salzburgo, y la clase de pintura dirigida por él en la Fortaleza Hohensalzburg obtuvo un éxito rotundo. Borges consiguió llegar sin la menor dificultad al corazón, a las manos y al intelecto de sus alumnos, y los resultados de su clase fueron de los mejores que pudimos exhibir en la exposición de clausura.

Ahora Jacobo Borges ha aceptado volver a venir a Salzburgo en verano de 1995 y dirigir otra vez una clase de pintura, una buena ocasión para acompañar su curso con una exposición de nuevos cuadros. Durante el verano pasado, Borges fue recogiendo -en y alrededor de Salzburgo- sugerencias visuales a partir de pequeñas cosas, por ejemplo de los herrajes de una puerta o del arco de un portón, y no se cansaba de apuntar en su cuaderno ideas para futuros cuadros. ¿Habrá madurado algo de todo ello en pinturas consumadas?

"Encounter" es el título de una de las pinturas, creada en 1992, y a la que se incorporan muchas de sus experiencias berlinesas. Pero éstas no quedan aisladas. Se encuentran con impresiones de otros lugares, se juntan, se mezclan y se vuelven a disociar, la calle se arquea, el mundo resbala, da un patinazo, ya nada es seguro. Se impone una claridad nueva. "Después de Berlín sabía", dice Jacobo Borges, "que una puerta no es sólo una puerta, sino también un abismo. Y que la reflexión en mi pintura sobre la simultaneidad de los espacios no es otra cosa que una reflexión sobre la soledad."

UO

En "Going out", también de 1992, un torbellino se ha apoderado de las figuras del centro (¿0 es la misma y aparece de varias maneras?), las lanza hacia arriba y las empuja hacia abajo; pero el abismo no está abajo, el abismo está en todas partes, las figuras flotan, se deslizan, se apresuran, dan traspiés, caen, vuelan, planean por el espacio, todo a un tiempo, el espacio las sostiene como el agua al nadador, en cualquier sitio se encuentran en casa, en cualquier sitio donde exista el abismo.

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Jacobo Borges, Milagros Socorro, 1994.

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Se vino abajo el cielo, Barbara Wally, 1996.